sábado, noviembre 20, 2010

un rollo sobre Beethoven



Cuando tenía apenas seis o siete años, recibí de manos de papá un acetato que rezaba, en letras grandes y azules “Las escobas que cantan”; se trataba nada menos que de un álbum de los apoteósicos Beatles, melenudos raros que por esas épocas en el país no eran nada mas que, según palabras del viejo “una tracamanada de marigûaneros que ya se habían extinguido”, y que le regalaran en alguna festividad de la empresa de importaciones donde laboraba.
Ese mismo día, sin el saberlo, me había iniciado en los mágicos caminos del Rock ´n roll; corría el año de 1.980.
Luego, quizás arrepentido de su nefasta decisión, y viendo mi inmenso cúmulo de esa satánica música, cuando ya bordeaba los catorce o quince años, culpándola de mi extraño comportamiento juvenil, solo parecido a lo que viera en una película de James Dean...acabó a limpios golpes de llave inglesa los acetatos que con la plata de las onces atesoré; en cierto modo, martilló mi hambre de medias nueves convertida en vinilo, así, sin dársele nada.
Pero la vida tiene extrañas formas de resarcirlo a uno, y de volverlo por la senda del “mal”.
Olvidado ya este insuceso en los anales de pataletas preadolescentes, y un poco mas permeado de esa cultura que yo sin cesar procuré mantener viva, ese personaje que un día abatió la música de su pequeñuelo, como si fuera el guitarrista de Kiss con su caro instrumento, me volvió a dar una muestra de su paternal comprensión, al ponerme a tono con la tecnología y obsequiarme una compilación de éxitos del rey, del viejo Elvis, en formato DDA...perdón y olvido...y por si fuera poco, tuvo que comprender que la batida de caderas que enloquecía a mi mamá – aún conmigo en el vientre – no la profería el mítico blanco con voz de negro, sino un buen imitador suyo: un tal Sandro de América que durante décadas hizo los sueños húmedos de nuestras juveniles madrecitas en la corte de ensueño del Rock n´roll de Latinoamérica que a punta de remakes le secundaban Enrique Guzmán, Oscar Golden, Palito Ortega y de esferas mas lejanas, artistas de impronunciables nombres como Gigliola Cinquetti, Mad Monroe, los Tres tristes tigres, evocadores de mocedades que luego se hicieron viejos y siguieron oyendo y cantando Rock n´roll.
Para entonces Colombia era un país tardío.
Todo lo que en el mundo pasaba de moda llegaba al país de sagrado Corazón como si se tratase de una novedad absoluta: en cuanto a la música nunca fue esta la excepción y es por eso que la intromisión su universo fue tan...postsucedida, si se le puede acuñar este término.
Ahí - en serio - comenzó mi vida dentro del Rock: mi religión, mi espacio y el sonido que da mi alma cuando alguien quiere escucharla.
Por el largo de mi vida he cruzado por muchas corrientes, todas asociadas con el rock n ´roll, y desde la ruptura prematura de mi amada colección hasta la fecha, hasta la moda me ha tocado de manera singular: he tenido chaquetas de cuero cortitas con pinta de saco de paño a lo The Who, colgué en el techo de mi habitación un afiche de Steppenwolf al lado de un recorte de Fredy Mercury, deje longa cabellera a desoídos de mi angustiada madre, toda mi ropa era de color negro y ajustada a mi delgada figura; aparezco en fotografías como si estuviera posando para Let it Be... me pegué un fuerte resfrío en el concierto de conciertos en Bogotá, oda al nacimiento de la corriente del Rock en español...lloré un éxtasis de canábis oyendo al maestro Santana (que en medio de mi euforia llamaba a grito pelado “¡¡Maestro, Maestro¡¡ según me cuentan mis cofrades que mas lúcidos o mejores pilotos pudieron apreciar el espectáculo). Ese mismo día un amigo besó a la que sería por los siguientes veintidós días su amada novia en un momento idílico, fantástico, inolvidable, absolutamente irrepetible: mientras el maestro tocaba su mas emotiva y conocida canción de amor: Samba pa´ti. ¡¡¡quien lo creyera¡¡¡.
En cincuenta años de grandiosa existencia, los mitos han crecido o se han derrumbado; el imaginario popular ha mitificado dioses y ha abatido falsos, y yo en mis cortos treinta años lo he podido apreciar, como espectador de la historia del Rock n´roll.
La desgracia se ha cernido sobre Él sin misericordia, como con cualquier mortal corriente, y es por eso que aviones con Dustie Springfields, Patsy Claines o Ritchie Valens, con todo y el gran Buddy Holly han caído con toda su fulgurante carrera; la droga se llevó al rey de la cadera ondulante, al rey Lagarto de puertas famosas, al hombre mas feo de la universidad pero con la voz mas potente jamás escuchada, y con su negra influyente complicidad empujó a la rebeldía de Seattle a la inesperada finalización de su existencia; mentes torcidas segaron mentes brillantes que imaginaban un mundo mejor al ritmo del Rock n´roll y el peso del mercado hundió lo que pudo ser una mejor figura en las pléyades del Rock.
El cine lo ha alabado, no ha dejado pasar sus páginas sin un asomo de Rock y me ha dado el inmenso placer de vivirlo; desde un Performance rollingstoniano, hasta un Jesucristo Superestrella, desde un tributo a la era de acuario, hasta una adaptación rocanrolera del fantasma de la ópera, desde un muro psicodélico hasta un Beethoven sanguinario del joven Alex; desde la historia viva del poeta del Rock hasta la música que ambienta esa densa escena de Tarantino, el celuloide no ha parado de dejar claro cuan valioso es el Rock n´roll.
Sépase pues que el Rock n ´roll nunca, ni mucho menos, fue patrimonio de estratos sociales, ni de cerrados clanes o clubes porque siempre ha estado – y estará, no quepa la menor duda – arraigado dentro del alma de cualquier sano ( o malsano) ciudadano del mundo.
He conocido gente que vive con el Rock n `roll en las venas, pero vive de cosas muy distintas a su filosofía.
Un día me trepé a una atestada buseta en pleno centro de Bogotá monopolio absoluto de chóferes de sangre y oído criollo y ¡vaya sorpresa¡¡ dejaba oír para mi inmenso agrado en un país de vallenateros furibundos, las excitantes melodías de Aqualung, virtuosismo de esa banda que quería mucho al inventor de las siegas de siembra.
Reparando el viejo Zastava modelo ´75, pequeño gran problema que me heredara en vida mi padre, sentí mas cariño de llevar el auto a ese taller siempre que fallara, pues su grasiento propietario exigía a ley que en la acabada radiograbadora de baterías que colgaba de un cable eléctrico sonara siempre un destemplado cassette de Metallica.
Ese señor con cara de boyacence que compraba y vendía discos compactos de segunda mano en el centro y con quien por cosas de la vida trabé una sólida amistad, no tenía cara de boyaco: era boyaco, a mucho honor, y le gustaba la música vernácula de su tierra, pero ¡¡como sabía de Therion, de Incubus, de Tangerine Dream¡¡¡ y estaban entre sus favoritos.
Hace poco vi en un concurso famoso de la Tv. local, un taxista: así como se oye, un taxista de Bogotá que vio la luz por allá por el caliente Huila, de espeso bozo, cabellera abundante tipo Andy Gibb, chaqueta de cuero, pero con pantalón de lino, camisa corbatera de botón en cuello, y zapatos mocasines, declarar (con radical mirada al animador del concurso) ser fiel rockero, querer hasta la muerte a Led Zeppellin, y traicionarlo de vez en cuando con Deep Purple...
En un pueblo lejano y violento de la mas lejana y violenta Arauca - Colombia excluida - , conocí a un ingeniero de sonido que en su vida de trabajo se la pasó de gira por el mundo y - si señor - en su haber tenía acetatos de Paul McCartney prensados en la estricta comunidad soviética de finales de los 80´s, grabaciones inéditas de Pink Floyd, y me dio la primera copia que ni en la tienda Abbey Road de Bogotá, la mas lanzada cazadora de rarezas existía pude conseguir, de la edición original de Rattle & Hum de un grupo que mi tío, otro rockero – medio - llanero - llamaba tranquilamente “udos”.
Mi padre se hizo viejo, mi madre, también.
Pero si algo tienen en común con Mick Jagger, con Bob Dylan , con Joan Báez y con los Mammas & Pappas no es solo la misma edad, sino el saber que un día se fue joven y se hizo mucha roca y mucho rollo..aunque estos últimos aún lo sigan haciendo, parabién de las nuevas generaciones que cuando ellos la pintaban de negro, nos hacían tomar liquido amniótico para alucinar con lo que seguramente era el mundo externo.
Este es, a mi manera un homenaje a los cincuenta años del Rock n´roll, un rollo sobre Beethoven con una mejor forma de verlo, como lo describiera el fantástico Chuck Berry, porque eso es todo lo que me ha dado su universo y su ritmo; con el Rock conocí el verdadero amor y con el Rock lo perpetuaré, y con el Rock encontré un camino donde, en un cruce cualquiera me entendí de nuevo con mis padres, esta vez convencidos de que no todo era tan malo como ellos se lo imaginaban: las grandes bolas de fuego aún no se han extinto.
Pudiera ser que la canción mas exitosa en estas cinco décadas fuera alguna que rememorara tristemente al ayer, que se ha emitido no se cuántas veces por la radio, y que tiene no se cuántas versiones, pero para unos y otros siempre hay una que es mejor, que los transporta mágicamente a algún lugar de su mente y por eso es que el Rock n´roll es el Rock n´roll por siempre y para siempre.

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