La juventud, esa ansía de conocer lo prohibido, la falta de un espacio prudente donde llevar a cabo el amor, la necesidad de hacerlo físico, la aventura; el regocijo del cuerpo en un cuerpo distinto al que se posa todas las noches al lado de la cama, el amor dividido, la pasión, el compartir una nueva experiencia al son de otros paisajes distintos al mismo techo de nuestra casa, la locura, la eterna locura hormonal que nos hace sentir vivos.
Para refugiar cualquiera de estas expectativas, la gente busca un motel, hotel, hostal, residencia de tantos nombres que se le dan, pero que tienen u fin universal: ir a hacer el amor.
Tradicionalmente, y para hacer una diferenciación con los espacios dedicados al hospedaje con fines de viaje temporal, estos espacios se les ha denominado genéricamente “moteles”ó “residencias”.
“motelear”ó “irse de resi”, son aforismos constantes con los cuales se hace referencia a esta actividad de ir a recrear el cuerpo en un lugar destinado para tal fin y que no es nuestro mismo lugar habitual de vivienda.
¿Porqué la gente va a “motelear”ó “se va de resi”??
- cuando se está en la explosión hormonal de la pubertad, la casa de habitación generalmente no permanece sola.
- Aún estándolo, prevalece el miedo a que alguien llegue y dañe tan sublime momento.
- ¡cuando el lugar de habitación es compartido con el propio cónyuge, y se “sale con un tercero”.¡¡¡¡
- cuando se quiere romper con la rutina de la casa (ahora si, con el mismo cónyuge¡)
- cuando la experiencia excita los sentidos e incrementa el placer; como una forma de fetiche.
- ...cuando están pintando el apartamento...
la encuesta, que por razones de pudor personal y por falta de herramientas, la lleve a cabo en un selecto grupo de amistades del barrio, la universidad y de otras esferas, aportando – incluso – mi propia perspectiva, me llevó a admitir que aun siendo un tema digno de toda la prudencia y la tersura que la intimidad ajena exige, podría ser asimismo tema de análisis máxime cuando se ve el crecimiento de estos “centros de esparcimiento temporal” en toda la extensión de Bogota
Para entablar una armonía con el espacio y con lo que se va a hacer, los moteles (llamémosle así para no cambiar tanto el topónimo, y porque me gusta como suena) tiene una concepción arquitectónica y de decoración muy variada, apta para cualquier tipo de gusto o desempeño de la intimidad.
La cultura motelera popular los describe como grandes edificaciones llenas de habitaciones, que presentan ambientes muy sugestivos, propicios para el amor; grandes habitaciones con espejos en el techo y luces tenues, camas inmensas , con colchón de agua en algunos casos, pisos de espesa alfombra, amplias duchas transparentes y con agüita caliente, aparatos de música, televisión donde transmiten cintas de contenido erótico (que yo llamaría mas o menos” curso extra rápido de comportamiento sexual para dummies”, otros “guía práctica visual para hacer bien el amor”, eso va en quién la use), un relajante jacuzzy para “después de...o para hacer en”, prestan servicios adicionales como venta de licor y bebidas, la cual efectúan por una ventana con puertita, para evitar invadir la privacidad de los amantes. Por esta misma razón dejan previamente el famosísimo “jaboncito chiquito”, toallas limpias, pantuflas desechables, gorro de goma para no dejar un delatante cabello mojado al llegar a casa...esos accesorios.
Así son la inmensa mayoría, aunque con las exigencias del consumo se han adaptado al perfil del usuario (perdón, usuarios; siempre va mas de uno hasta donde se tiene noticia)
En la actualidad este viejo concepto de motel ha variado, para ofrecer desde elegantes cuartos que emulan y recuerdan el espacio casero, para quienes van realmente a hacer el amor, con camas grandes pero sobrias, chimenea, varios tipos de luz; una mesita para tomar un café o un trago mientras una relajante charla es el preludio para otra sesión, sofás enormes para tomar un descanso, hasta sofisticados lugares con toda una dotación de complementos visuales y emocionales para aquellos que solo van a tener “sexo a la lata”; camas con barrotes, asideros de cuero y grilletes, camillas para contorsionistas del sexo, aromas y sonidos estimulantes, paredes negras, adminículos para la práctica de sexo extremo, en fin...falta que promuevan habitaciones con consolas de Play Station, computador con Internet, bibliotecas de consulta, o mesas de billar. (lo cual, a más de divertido, podría llegar a estimular mucho la “variedad”), pasando por austeras piezas con cama, gancho para colgar la ropa y un retrete con lavamanos. No mas.
Allende los años 80´s y un poco mas atrás, Bogotá contaba con una zona bien delineada para ubicar moteles.
Es de todos sabido que el sector de Álamos es, por excelencia el sector motelero con mayor tradición en nuestra ciudad. Durante muchísimo tiempo esos monumentales sitios para el amor han perpetuado su categoría, su renombre y vasta cantidad de habitaciones, para que siempre haya donde alojar un ratico de pasión.
Los moteles de Álamos, que encontraron complemento con unos pocos ubicados en la franja de la avenida El Dorado, y en proximerías a Fontibón, paredes frontales anchas y altas, tienen una puerta de entrada y una de salida ubicadas en forma circular, que han sido concebidas así para que los autos puedan entrar y salir sin tropiezo alguno. Al ingresar, el auto queda en posición frontal a la habitación que ha de ocupar, presto a la atención se encuentra un botones muy discreto que ayuda a los amantes a que sea mas práctica la tarea de concertar el alquiler de la habitación, sin que durante el proceso se vean a la cara con otros clientes. Esto es muy importante, si se tiene en cuenta que la actividad misma que los pone en este lugar es de índole privada, personal e intransferible, lo que provoca un tanto de pena en quienes lo usan..mas si van con alguien que no es su consorte por aquello de que el mundo es un pañuelo.
Por $50.000 en promedio se accede a el confort y la finura de estas habitaciones
Las habitaciones de los moteles de Álamos son muy sobrias y bien adecuadas; prestan los servicios básicos y están alejadas del ruido que puedan ocasionarse en las demás. Eso es garantía de que su propio ruido será siempre su ruido. Los empleados de los moteles deberían ser sacerdotes: tienen una amplia concepción de la discreción, ya que hacer que espontáneamente cuenten algo de su oficio es difícil, hay que necearles un poco, y ya con mas confianza, hablan de su rutina.
Lo mas significativo, es la llegada misma del(os) clientes.
Predominante es la cara de vergüenza, que la pareja de quién conduce oculte su rostro en la oscuridad del interior del coche, que se solicite el servicio con bastante titubeo, para lo cual el portero opta por solo franquear la entrada del automóvil.
Otras parejas, no tan solventes, llegan en taxi, debiendo compartir su intención no solo con el portero y el botones que los ubica, sino también con su esporádico chofer privado; como una estrategia para aumentar el ingreso de personas al motel que regentan, se da una propina en efectivo de $2.000 a $4.000 al taxista que lleve amantes a su motel. Para los que llegan por este medio hay una salida especial, y se les ubica transporte. Una carrera a motel suele ser muy bien vista por un taxista, mas si se pueden dar un rato de voyeurisme, con las andadas previas al amoroso acto.
Dicen que a su palacio van generalmente parejas heterosexuales, pero que como han cambiado los tiempos, los homosexuales han hecho su arribo triunfal. Hace como tres años, me comenta, llegaron tres carros, con ¡tres personas cada uno¡, pero lo mas anecdótico fue que no pidieron tres habitaciones sino ¡una sola¡...fue la primera vez en sus cinco años como portero de motel, que supo que se iba a cometer una orgía...por como lo recordó, supongo que guardó la esperanza de que fuera invitado al convite hormonal que detrás de esas paredes se gestaba.
Unos años antes a este singular hecho, fue popular en medios televisivos y noticiarios, que en un motel, contiguo al que me prestó amablemente su historia para referenciar, los amigos de lo ajeno se dedicaron a robar a ocupadísimas sus pertenencias, dejándolos literalmente “en cueros”. Solo la acción oportuna de la fuerza pública impidió que tan atroz y vergonzante delito se siguiera consumando: eso es precisamente lo único que allí no se puede consumar.
Pero para sonrojo de muchos (y risa de otros, como yo, admítolo), el caso mas sonado ocurrió en 1.997, cuando se descubrió que en un motel de Álamos, algún inquieto empleado quiso hacerse unos pesitos de mas, con la comercialización de videos “amateur, totalmente hechos en casa” escondiendo cámaras en algunas habitaciones, filmando a los inocentes amantes que no sabían que fuera del país eran rutilantes pornstars. Si no es porque los padres de uno de los de esas inocentes parejas vieron la foto promocional de su hijo y su nuera, en un estante de una de las mas reconocidas sex shop de París, tal vez usted o yo seríamos protagonistas de No – verla...
Hay una anécdota que rueda por la ciudad, una especie de mito urbano que dice que en una ocasión, un señor que transitaba de sur a norte por la avenida El Dorado, contigua a la entrada a la zona de Álamos recibió en el costado derecho de su auto un fugaz choque por un auto que salía raudo de uno de los moteles.
Sin mas opción que tomar sus placas para hacer posterior reclamo por la abolladura en su vehículo, y resignarse a que fuera pronto, siguió su camino.
Algún tiempo después, haciendo compras en un centro comercial, tuvo la feliz coincidencia de encontrar dos carros después que el suyo, en el parqueadero, al carro de marras. Decidido a hacer valer su derecho, espero con paciencia a que llegara el dueño del misterioso auto; luego de un rato, un señor venerable de cabello cano y bien vestido se acercó a la puerta, con la intención de abrir la portezuela; el afectado se acercó, diciéndole que hace x tiempo, había sido la víctima del choque que le profirió al salir muy rápido de un motel y que por respeto a su familia no lo había acosado, poniéndole policía al suceso. Muy apenado el canoso señalado, pidió mil disculpas, ofreció pagar todos los daños, y pidió con consideración que esperara a que llegara al auto su señora esposa, que venía saliendo con las compras. Intrigado el individuo acató la espera, para hacer mayúscula su sorpresa cuando, al llegar la mentada esposa, mas joven que el anciano esposo, atractiva y muy sensual, este le preguntara con cara de suspicacia: “ahora si, amor; como fue el choque que tuviste con el l carro en el aeropuerto?????.
El portero con quien sostuve el diálogo, no me confirmó la veracidad de la historia, pero su risita escueta tampoco la desmintió.
Las posibilidades económicas y la demanda de espacios para entretener el cuerpo hicieron que durante muchos años los moteles del barrio Venecia fueran los mas populares y de mayor acceso a reducidos salarios. Habitaciones mas pequeñas, para cenas amatorias mas frugales, con menos servicios y aun costo promedio de $5.000 en 1.990, daban la misma utilidad, con menor grado de opulencia. La construcción de moteles en el barrio Restrepo, y en la zona de Kennedy, en plena área comercial del mismo. Con tarifas desde $17.000 se puede contar con un espacio honorable para hacer la corte a la contraparte.
El siete de agosto, Bosa, Chapinero cuentan con un grado de moteles que si bien varía muy poco en el costo y prestaciones de los anteriores, tiene gran acogida por su discreción y porque se ubican cerca al área donde la mayor parte de los amantes furtivos se ocupan, lo que da adecuado tiempo para hacer lo que hay que hacer.
En el último escalón de status se hallan los moteles del centro. Esto se dividen en dos categorías; los mas o menos y los “nada que ver”.
Los primeros, muy similares a los de chapinero, ubicados indistintamente en la carrera 13 circunvecinos a la calle 24, la avenida Caracas, en inmediaciones de los talleres y la Universidad INCCA, son adecuados únicamente para la tarea copulativa, sin enganche a la complacencia sensorial que provee un espacio bonito y bien dotado. $con 8.000 se pueden apropiar 3 horas de cama sencilla para el cuerpo – a – cuerpo, baño y jabón...par el solo cuerpo. Los segundos, toda una alabanza al aprovechamiento comercial de un espacio; salones grandes divididos en seis, ocho y hasta diez habitaciones con solo palcas de triples bastamente pintadas en colores claros con pinturas clase II, III..., en simplísimos camarotes desvencijados por precios que van desde $3.000 a $5.000 dependiendo del tiempo de uso. La higiene no está incluida en el servicio, ni hay forma de darse una ducha. A veces suelen incluir - por el mismo precio - , molesto carranchín en la espalda, el cuello, las piernas...
Los mas recientes años han llevado a edificar mas moteles, subiendo de categoría y de costo, a lo largo de la avenida 7ª, después de la 140, que han despertado pasiones encontradas, en quienes tienen la fortuna de usar suites mas lujosas y suntuarias que las de Álamos, por costes que pueden llegar a los $120.000 por noche, y los vecinos del sector que ven peligrosamente afectada su integridad moral y el caché de su residencial( en el sentido de hábitat) estilo de vida. De esto no se salva ni la vecindad de Suba, que eleva quejas en periódicos locales porque los gemidos silenciosos que han de proferir en los moteles que los inunda desde hace algún tiempo, no los dejan dormir.
La elección de un motel obedece a varios factores: si se quiere tener una atención especial con la pareja, se buscan los que quedan en Álamos, sobre la 7ª mas allá de la calle 140. propicios para todo un fin de semana; si se trata de un ejercicio habitual, Chapinero, la primero de Mayo son especiales por su precio y calidad, pero si se trata de actos sin recato de el lugar, concentrados en la mera complacencia sexual, se consiguen especies de cabinas muy deslustradas y misérrimas como las del centro, y en general en cualquier parte de Bogotá.
Es grande el volumen de personas que por lo menos una vez en su existencia han pasado un rato ( no se si agradable, por lo corriente, si) en un motel; para otras es una actividad tan frecuente como el ir a cine, almorzar fuera de casa...lo cierto es que tantos moteles hay en la ciudad, multiplicados por su número de alcobas, como historias, fecundaciones, separaciones..en fin, una larga película por contar.
Por lo demás, pasa la mayor parte de la gente, frente a sus fachadas y si no se va pensando en un grave problema, se suele especular sobre que es lo que está pasando allí adentro; se hace un video erótico con solo ver un motel en cualquier lugar de la ciudad.
Si salió de la oficina, quiere tener una aventura colegial, sus padres llegaron temprano a casa, se encontró de afán con un viejo amor y quieren recordar tórridas pasiones del ayer...pues ya sabe donde ir.
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