lunes, octubre 12, 2009

en los zapatos del muerto


En los zapatos del muerto

Tame, en el departamento de Arauca, Colombia, en sus 457 años de historia pasó de ser un caserío, a sitio de reunión de la gesta libertadora, a nicho de la ola revolucionaria, a un pueblo pujante de la bonanza petrolera, para luego convertirse en el epicentro del conflicto armado en esta región del país, con presencia permanente de todos los grupos armados, polo del éxodo campesino y del desplazamiento.
Hoy, es un pueblo silencioso donde la noche, como a las gallinas, lleva a sus pobladores a buscar en el sueño, como único escape a la realidad que deben afrontar día a día.
Este es un perfil de su pasado, su presente y lo poco que le queda para el futuro.

Tame es la cuna de la libertad...o lo era...o quizás lo sea, no se sabe.
2.001.
una mañana, a eso de las 6:30 a.m, hora en que un pueblo de pavimento caliente y gente calurosa despierta a la vida pública, sale a comprar la carne con la que se compone indefectiblemente un desayuno llanero, un día cualquiera del mes de junio: – hay quienes no prefieren recordar cual día – las paredes lustrosas de algunas casas rezaban esta macabra leyenda: llegaron las AUC. Comandante Boris II. El olor a pintura en spray aún estaba fresco: su color rojo y el excedente que resbalaba al final de cada letra la hacía aparecer como el titulo de la premiere de una película de horror. coming soon.
Desde ese día lo que parecía ser el dolor de estomago diario de otros rincones del país se sumaba al malestar cotidiano de Tame, en el oriental departamento del Arauca vibrador.

Tame es un pueblo grande, inmenso del piedemonte, a doce horas por tierra de la capital de Colombia, y a unas cinco de su propia capital, que por cosas de la vida pasó de ser un caserío de unas cien familias, a un bien ordenado pueblo de mas de 45.000 habitantes, por el toque divino de la bonanza petrolera que finales de los 80´s tiño de negro – absolutamente literal - a este departamento.
De gente orgullosa de su origen, pero también de su riqueza, con el marchar del tiempo se convirtió en una especie de soho criollo donde el poder adquisitivo se hacia reflejo en las suntuosas casa de mas de doscientos metros cuadrados con fachadas extraordinariamente bien concebidas y de colores pasteles repletas de habitaciones y jardines, que se daban el lujo de tener como centro un frondoso árbol de mango; cuando florecía parecía un árbol de navidad al natural, repleto de frutos verdes, luego rojos / amarillos que caían sin ser siquiera consumidos por un paladar dado mas al producto de su ganado bienapreciado y que hacia parte de los “tres golpes” como coloquialmente se le llama al hábito de comer en estas tierras, donde el alimento nunca faltaba; se podía encontrar en cualquier parte...y con toda diversidad.
La vida en Tame se hacia sabrosa, con olor a mastranto, (planta abundante de la región) y a fragancias de Jean Pascal y Lapidus; con el brillo del sol de los venados en un atardecer cualquiera y de las joyas de oro y brillantes que ostentaban pechos velludos de llaneros prominentes y cuellos de cisne de sus altivas esposas.
Los primeros años de esta vida paradisíaca solo los opacaba el polvo amarillento de las calles, que fácilmente se resolvía dentro de la holgura de un “macho”, denominación local que se le asignaba a los 4X4 de origen venezolano que vinieron a reemplazar los caballos, y que por el año y modelo era, a decir verdad, el máximo símbolo de opulencia y rango económico de sus propietarios; los demás lujos, los compartían con el resto de sus paisanos como parte de la identidad misma del llanero tameño.
Cuando la revolución llega.
Desde épocas de la independencia, al pueblo se le tenía buena honra por ser epicentro de muchas de las causas libertadoras de Bolívar lo que le dio la insignia de llamarse la Cuna de la libertad de Colombia, y a partir de ahí, un baluarte del llano colombiano.
Desde la mitad de los 50´s este pequeño pueblo enmarcado en la inmensidad llanera del oriente colombiano comenzó a ver como la violencia partidista, al ritmo del pasaje y el joropo, ponía a los vecinos en dos bandos: o se era liberal o se era conservador, y como estilaba por esos años en casi todo el país (Por no decir mas) a machete y revolver se ponía en claro cual era el partido verdadero; no el que predicaba el cura en el púlpito, que era siempre godo, ni el del alcalde, que era siempre liberal, era el que imponía el que quedara de pié luego de un duelo, como a la usanza medieval, esta vez con hoja de acero gruesa que, además, servía para abrir caminos, arriar las reses, cortar el queso en las haciendas ganaderas del llano...y darle palizas al diablo como relatan poemas épicos de la leyenda circunscrita a la cultura de su pueblo.
Durante esta época Tame parecía estar detenido en el tiempo: sus casa enormes de techo de palma seca siempre eran las mismas, sus calles, igual, y ni los torrenciales aguaceros de mayo cambiaban su textura, que se recuperaba al rayo de sol que siempre ha sido dueño absoluto del clima hervido de esta región del país.
El llanero tameño tenía como trabajo su latifundio y su ganado, mientras mascaba chimú, una especie de planta endémica - como le hace la coca al del altiplano boliviano - que ayuda a mitigar el cansancio y el esfuerzo de la labor, pero que si se traga, produce una horrorosa borrachera; se llenaba de hijos para luego repartir el fruto de su esfuerzo y comenzaba y terminaba el día con café cerrero, sin azúcar, silbando cualquier tonada. La escena, sin equívoco alguno, se repetía todos los días.
Un día, el odio bipartidista cesó, pero abrió paso a nuevas formas de violencia.
Las guerrillas que surgieran en Colombia en la década de los 60´s, y añorando seguir los pasos del Libertador, aprovechando el extenso territorio y sus posibilidades de hacer de este su campo de batalla, fueron llegando poco a poco; la simpatía por la causa guerrillera fue en un comienzo el principal valor agregado que permitió que se asentaran como dueños y señores.
Con el pasar del tiempo, ya fundados y sólidos, comenzaron la repartición del territorio, buscando usufructuar los nuevos beneficios que el departamento del Arauca le prodigaría al país. Ello les dio el descredito y el retiro de la simpatía local: el petróleo comenzó a brotar de la tierra, y a cambiar la mentalidad de la gesta revolucionaria.

Los años del petróleo y la carretera
Casi sin darse cuenta, el tameño se hizo a la idea brusca que la guerrilla estaba allí, que desde sus tierras comandaba gran parte de su acción hacia el centro del país: era parte de su quehacer y desde la butaca donde tomaba el café de la tarde veía pasar un piquete de insurgentes que a veces hacían un alto para proveerse de naranjas o algún a animal con que cenar esa noche, de la nutrida granja que siempre precedía los portones.


Un nuevo panorama se sumó a la estancada cotidianidad.
Cuando las venas de la tierra dejaron saber que había oro negro, las calles polvorientas, antes repletas de burdos camperos Uaz y Gaz de la antigua Unión Soviética se comenzaban a cambiar por lustrosos utilitarios 4X4 importados de Venezuela, donde transitaban “guates”, - como se le denomina a todo aquel que provenga de otras tierras - rubios y grandotes, que contrastaban con la fisonomía delgada y curtida, pero fuerte del lugareño, portando cascos amarillos y señalado a lontananza del inmenso llano, esas gigantes langostas de hierro que pendulaban sin parar sacando el petróleo de su suelo. Con el petróleo llego el dinero y detrás de el, la vida opulenta.
Donde quiera que haya riqueza, la expansión y el caza fortunas enrutan su vida, y a pesar de que la guerrilla dejaba ver muy claramente que eso era su territorio, terminaron pactando concesiones para que “el progreso llegara este olvidado y quieto pueblo”.
Con cada nuevo sol se veían pulular por las calles vendedores, ingenieros, comerciantes, obreros; una babilonia de seres que pisaban la tierra de esta población, como guaqueros tratando de socavar su fortuna personal o su modo de vivir. Llegaron nuevas personas, nuevo ingenio que asentó su vida allí, se enamoraron de sus chicas y fundaron familia, mientras que veían como el progreso era real, y que el habitante de la región era un ser susceptible de encandilarse y de dejarse seducir de las cosas buenas que tenía el mundo moderno. El pueblo comenzó a crecer a un ritmo desaforado.
La década de los 90´s iba en franco avance.
Cuando menos pudo darse cuenta, el tameño era una suerte de campesino urbano que se deleitaba de vestir a la moda que la franja negra, la carretera que lo acercaba mas con la capital del país, le estaba prodigando de sus perfumes, y se descubrió colombiano luego de medio siglo de pensar, hablar y vivir como un venezolano, en tiempos en que la televisión que se veía era la del vecino país y la Areparina, con que amasaba sus arepas para el desayuno, entrara por la frontera con una leyenda al respaldo que rezaba “producto 100% venezolano”, de tener algo del hermano país en el estomago.
La bonanza petrolera, y la construcción de la carretera que lo comunicaría con la Colombia que desconocía ensanchó de tal forma al municipio que toda su configuración cambió drásticamente en relación a lo que fuese durante tantos años.
La guerrilla, único actor que desteñía la tranquilidad reinante, de vez en cuando dejaba ver una estela de humo negro y espeso del oleoducto, estallaba una que otra torre de energía dejando al pueblo como en sus primeras épocas, como titulo de tango, a media luz , y sin falla alguna cobraba su tributo al “derecho a vivir en paz”, como recuerda un viejo llanero que fuma un amargo tabaco rústico mientras rememora aquellas épocas, sentado en el portón de su casa en el pueblo, como, con todo y la zozobra, sigue siendo una costumbre inamovible en este lugar.
Tame, de esta manera, comenzó a edificarse en un nuevo espectro, donde había para todos, incluso para los fuereños y pasó del caserío que existía como fotografía estática , en tan solo pocos años a la gran ciudad ordenada, de casas de fachada bella, con olor a tabaco, Chanél y majada de ganado donde todo mundo vivía feliz...pero el fantasma de la cruda violencia parecía solo dormitar tranquilo esperando que fuera el preciso momento para despertar, como el volcán que mira desde lo alto a Etna esperando que esté tan tranquila que no pueda evadir su furia .



Un conflicto a tres bandas.
“Llegaron las AUC.”
Comandante Boris II.
Era la negra sentencia que vio Miguel Ángel, esa mañana del mes de junio de 2001, cuando salió, como era su costumbre a comprar la carne “de a kilo, porque aquí no se compra nada por libras”, en la pared de la casa del frente, justo a unos metros de la pesa donde hacía la compra diaria.
Ese día llegó del nuevo infierno, era como una propuesta inversa del himno nacional “cesó la horrible noche” ¡no¡, la horrible noche parecía querer regresar. Volvió la horrible noche.
La amenaza de ingreso de las Autodefensas al municipio de Tame, que venía acechando como rumor, se convirtió en un halo palpable de que si hay mal que dure cien años, pero cuerpo que lo resista, tal vez no.
Ese mismo día del mes de junio del año 2001, los primeros muertos, a puertas del cementerio municipal se vieron con estupor, y, claro, no quedaba duda que la cosa iba en serio. Muy en serio.
La voz del comandante Boris II se volvió casi una letanía diaria en la emisora del pueblo, a la que llamaba cada mañana a dejar saber su intención de “limpiar a Tame y a toda Arauca, del flagelo de la subversión”, dividendo la opinión en dos bandos, lo que querían y los que no, pero anunciado la terrible dimensión de la guerra que se venía encima.
El joven controlador de la radiodifusora, tenia que, maniatado ante el temor, transmitir el comunicado, a expensas de que la otra facción, la guerrilla, lo constriñera a no hacerlo, porque era “sospechosamente colaborador de las autodefensas”. Hoy está en cualquier otro lugar de Colombia procurándose el pan diario de su familia. Por lo menos eso espero.
Así, gruesos milicianos venidos de no se sabe donde, comenzaron a hacer rugir sus motocicletas y camperos, con el fusil en señal de alerta, a tomar limonada en las fuentes de soda ahuyentando a la clientela, convirtiéndose en su única clientela, y cortejando a las indefensas chiquillas del colegio femenino de las hermanas carmelitas. Las autodefensas habían tomado posesión de un territorio que otrora fuera de la guerrilla...y a la vez de sus pacíficos habitantes.
Un muerto diario dejado por ambos bandos, como señal de que las intenciones eran suficientemente explícitas, se sumó a la acción oficial, del ejercito, que también comenzó la cacería mordaz a las facciones, vinieran de donde vinieran, y el pueblo altivo y orgulloso, sin quererlo, pasó a ser “o guerrillero o paraco, o auxiliador del ejercito” a ojo subjetivo de los tres actores armados que impusieron a Tame como su laboratorio de guerra.
Miguel Angel y su familia, orgullosos llaneros decidieron que “el que nada debe nada teme” y se negaron implacablemente a dejar la tierra que por tantos años, por toda la vida había sido su tierra y su hogar; con el mismo ímpetu y la misma persistencia pensaron sus vecinos honorables, la gente que hizo fortuna y vida en Tame, pero que no corrieron con tanta suerte y hoy deben visitar en el cementerio.
El paraíso se vino abajo y el aire dejo de transpirar aromas dulces y el paisaje pintar destellos agradables, para llenarse de olor a sangre, y dejar volar carroñeras aves en busca – y delatando – los cadáveres que en cualquier matorral, a los ojos impávidos de los habitantes, proliferaban.
Mas muertos que sucesos felices daban la alborada todos los días.

De llano a western criollo
La guerra frontal se hizo una cruda realidad y después de cuarto años de intensidad tuvo como consecuencia volver a ciertas figuras de la Tame de antaño.
El alcalde anda con una turba de escoltas, con pistola al cinto y machete, rememorando esas fotos en blanco y negro de algún Pancho Villa, no para matar godos o liberarles, sino para evitar su propia muerte, a manos de la guerrilla, como lo hiciera hace cinco años...o para poder tomar Whisky revuelto con Red Bull, en la cómoda oficina que ahora está que lo expulsa – los lugareños dicen que roba mas de lo que da, y un proceso de destitución es ahora el enemigo de su tranquilo escocés puro y con energizante - :
Eso es el ahora. Lo que pasó antes de, es un capitulo mas digno de esta novela
Luego de incontables amenazas contra su vida tuvo que armarse de valor y de una 38´ larga.
Estaba en el cementerio, visitando la tumba de algún amigo suyo, cuando presintió que estaba siendo vigilado, en el espesor de una mata.
Nervioso y lleno de confusión, engatillo el arma, sin sacarla de la funda y espero lo peor.
Un par de personajes, cuyo rostro ha sido para Alfredo Guzmán una marca indeleble en su memoria se acercaron vertiginosamente a su humanidad con sendas armas, listas para asesinarlo.
Sacando reflejos de su propio estupor, enfrentó a los pistoleros, dando de baja a uno de ellos, ante lo que el otro emprendió la huída. Era el mediodía, a plena luz del día de un tibio domingo y en un lugar concurrido.


Espero que llegara la policía, y se entregó.
La acción cometida fue vista como un acto de defensa propia y exonerado de toda culpa: después de todo, el liquidado era un presunto guerrillero, y eso era un problema menos para la policía. No se agrandó el suceso.
Pero también debió dejar el pueblo, por dos largos años, hasta que en retaliación de su defensa, su padre fue ultimado de la misma forma. El día de su entierro, en el mismo cementerio donde atentaron contra su vida, con lágrimas en los ojos, y la amenaza de tener la muerte rondándole a cada momento, fue avisado por una persona que acompañara la corte fúnebre, que lo esperaban para asesinarlo para terminar lo que su osadía no dejó que pasara años antes...y una vez mas dejó su pueblo.
A la suma de los hechos, viviendo de lo que podía y refugiándose en un oscuro apartamento de Bogotá, se reunió con un grupo de personas atacadas por el mismo mal. Ese día nació su intención de ser la rienda de Tame y de buscar la reivindicación.
Ahora, es la otra facción la que lo persigue por ser el alcalde del municipio, y la guerrilla, porque es una tarea pendiente. Por eso se debe cuidar.
Con el mismo revolver siempre engatillado, y un escopetón que deja asomar por la ventana del vehículo que lo transporta, ese changón que deja sobre su escritorio de despacho saludando a todo aquel que lo visita, procura extender su existencia.
Así mismo hacen los concejales, los ganaderos y comerciantes, como único modo de subsistencia, ante la negativa de abandonar su terruño.
Tame es hoy por hoy como una escena en pause de una película de westerns; incluso han habido balaceras a cualquier hora, en plena calle, donde las señoras que están haciendo la compra, los viejos que reposan el almuerzo en una mecedora, y los niños que recién salen del colegio, huyen despavoridos, a refugiarse de una bala perdida.
Las polvorientas calles han sido cubiertas de asfalto, y por allí no ruedan cardos, si no, se diría que uno de los pistoleros es Yul Brynner batiéndose a duelo en una escena de Invitation to a gunfighter.
El alcalde, como en la misma película, ha perdido toda proporción de la esperanza y se le ve solo, en su despacho tomando Buchanan´s, mezclado con red Bull, con los pies sobre el escritorio, paralelos al escopetón cargado, y mirándome fijamente, con un dejo de pereza que en nada se parece al rostro que pintara cuando narró su historia de vida y muerte. Cuando se dejó tomar la foto del diario El Tiempo, en épocas de la contienda política, de la cual salió felizmente vencedor, amparado en su épico duelo de cementerio.
De no ser porque se trata de un hecho dado a voces, y de testigos de buen crédito que lo corroboran, me hubiese podido imaginar una exultante fábula personal para acrecentar su poder, una tarantinesca bufonada...pero se que es verdad, por eso no comprendo la dejadez y falta de arrojo, quizás con mas desenfado que otra cosa, con que hoy me presta su moreno rostro de playboy de provincia .
O si. Está tan estático el pueblo que seguramente no hay mucho que hacer ni tanto por que velar. O ganas de hacerlo sin que quede algún centavo de mas con el que paga ese apartamento medio traqueto que compró para olvidarse del cuartucho patético donde recibió al periodista el día de la dichosa entrevista. Yo estaba allí en esa ocasión y estoy aquí ahora con el; se que ya conoce el lado oscuro de la luna, y la cara que mejor luz da. Se que ya la vida no le vale tanto como antes, porque ahora le tiene un precio en pesos colombianos que no lo deja pensar mas allá de lo que piensen los demás.

Tiempos de soledad y éxodo
La Calle Real, el epicentro de la economía y el comercio de Tame es ahora un pasaje desolado.
Hace solo tres años, era una alegre franja del pueblo donde la gente compraba y vendía, donde se paraba en la esquina, o debajo de un árbol de limón a conversar sobre esto y aquello, y a tomarse un chirrinche, aguardiente de alambique propio de estos centauros venidos a menos.
El cuadro que deja ahora es el de una calle vacía, con locales a medio abrir, por si alguien se le da por comprar algo. Eso, en cuanto tiene que ver con los pocos comerciantes que no han emigrado, o no los han emigrado al mas allá. De esta última clase, han sido muchos.
Los que solían sentarse a tomar aire fresco recostado una butaca de cubarro a la pared junto a la puerta de su casa no dejan de hacerlo pero ya no respiran ese aire tranquilidad sino uno de zozobra y desesperanza.

Esta semana hay una boda.
Una parejita joven de 25 años el, unos menos la futura esposa, salen a la Calle Real a buscar unos zapatos para la ocasión.
El vestido de novia, sencillo pero prolijamente trabajado por una vieja modista que copia al ojo los modelos de revistas actuales y otras amarillentas de por allá los años 70´s quiere relucir su blancura con esplendor el día destinado para la celebración.
El esposo, vestirá camisa blanca y pantalón negro, y un sombrero pelo de guama cenizo, tradicional y antiguo en las bodas llaneras, pero esta vez no estará acompañado de las rituales cotizas (alpargatas).

Quiere unos zapatos negros, como la gente de Bogotá; las cosas han cambiado.

En un almacén que queda a modo de centro, de eje de la Calle Real, la novia consigue unos lindos zapatos descubiertos, de tacón medio y un tanto grueso; pueden ser la mejor opción, así valgan el inflado precio que pide la dependienta, que con esa venta, cerrará una semana, en la que no se vendió ni un par de medias.
Un matrimonio no es de todos los días, y menos en Tame , en la Tame sumida en el conflicto.
El consorte busca con un poco mas de dificultad.
La talla de su pié es poco común: es un hombrazo de unos 1.78 centímetros de altura, complexión gruesa y talla 42 de calzado, nada comparable con la talla promedio de la región, por lo cual no encuentra nada apropiado para su indumentaria en el himeneo.
Después de comprar el calzado de su linda novia, mestiza y de ojos grandes, parece que su búsqueda será infructuosa.
Pero cuando piensa rendirse, un vendedor le sugiere que unos zapatos de estas características los puede conseguir donde “el Chulo”.
Extrañado por la ubicación que le sugiere, el mocetón decide – quien quita – ir al dichoso lugar y efectivamente encuentra los anhelados zapatos, y a un precio realmente módico: tienen algo de uso, no mucho, pero en todo caso imperceptible.
Los zapatos que el moreno estaba buscando, y que adquiere para su boda, “hasta que la muerte los separe”, los ha encontrado en una funeraria del pueblo, y pertenecían a un vecino, de presencia muy similar a la suya. Fueron comprados para su entierro, hace unos pocos meses, pero no pudo usarlos, porque la familia intempestivamente trasladó el cadáver a otra ciudad, para poder asistir a su funeral sin el temor de ser asesinados en la procesión.

Tame es la cuna de la libertad...o lo era...o quizás lo sea, no se sabe.
Porque en el estado que lo sumió la violencia no deja saberlo.
Y si tal vez alguna vez lo fue, queda como estampilla en el recuerdo, porque Colombia dejó de ser un país libre del yugo español, pero se dejó apresar por su propia subyugación, la cuna donde nació la libertad es, por ahora, la jaula donde se encarceló. Tame ya no es la cuna de la libertad.
Libertad de que??.
Mientras tanto, sigue habiendo alborada y ocaso, y la pareja que se casó se acomoda en una hamaca el patio de su casa, añorando el día en que tengan sutes, sean grandes y puedan disfrutar de algo del paraíso que ellos mismos están perdiendo, porque por ahora no los piensan tener; “no ve que las FARC están reclutando pijitas de 8 años pa´rriba pa´que les sirva de carne de cañón??”.
Una reflexión a oscuras porque de nuevo han tumbado a punta de dinamita una torre de energía , y la vela de llama malicenta lo que hace es invitarlos a cometer el riesgo de comenzar a fabricar su anhelada prole.
Los zapatos de bodas reposan, mientras tanto, en un mueble de colgar ropa, porque el llanerazo este se volvió a calzar sus cotizas de nuevo.
No quiere estar mas en los zapatos de un muerto.