miércoles, noviembre 17, 2010

De Onan y otros demonios



DE ONAN Y OTROS DEMONIOS.



“Quien niega la paja niega la mama”, me decían los compañeros del 6º B cuando un día me preguntaron sobre mis devaneos autoamatorios, y negué sistemáticamente que una noche, mientras pensaba en Mónica, embutida en unos cortos shorts haciendo dobleces en la clase de educación física, delatando sus turgencias frente a los muchachos, comencé a jugar con lo que dios me dio, y luego de unos minutos de un extraño placer, un cosquilleo arqueó mi espalda y vi como se me salió el alma por allí.
No lo conté, porque debía también asociarlo con el susto que me dio, las lágrimas en mis ojos pensando que me iba a – literalmente – morir. Y en esa ocasión no quería morir de vergüenza frente al escarnio cruel con que mis compañeros juzgaban cosas menos trascendentales.
Luego del susto vino el gusto.
Prendí la luz, y me di cuenta que había entrado a una de las etapas mas significativas y privadas que tiene cualquier hombre, y la disfrute mientras pude; mejor dicho mientras no necesite mas de los servicios de la “chica Orbitel”.
Cambié la imagen de Mónica en cortos, por mujeres virtuales empelotas y con copete Alf, haciendo cosas que para mi eran utópicas en mi corta edad, a escondidas de mis padres que no sabían en que utilizaba el Betamax cuando iban por la compra mensual; la reunión de amigos de la cuadra, unos vigilando la ventana, otros sincronizando la salida del videotape tripleequis, para cambiarlo por uno de Stallone como cortina de humo justificante, y si no había moros en la costa, otros diciendo afanosamente que tenían chichí y corrieran presurosos al baño.
Con el pasar del tiempo me salió barba, cambió mi voz, y mis cinco juguetones dedos dejaron de abrazar lo que dios me dio para entrar a la segunda etapa más significativa que tiene cualquier hombre: una mujer real.
Mientras no hubo necesidad de otra cosa, mi mano se ocupo de acariciar pieles femeninas y de dejar que la chica de turno usara sus sabias manos en lo que yo solía hacer en solitario ejercicio, y lo disfrute mientras pude.
Luego vino la soledad del corazón que suplí con la compañía de mi mano amiga. Volví a sumergirme en el auto placer.

Yo pensé durante años que eso de consentirse uno mismo era para seres sin más que el amor propio, pero ese pensamiento se rompió cuando convocaron a la reunión de exalumnos del 95´, al que asistí con mi hermosa novia de aquel entonces.
Luego del segundo whisky, vi como por el umbral del centro de convenciones aparece envuelta en un traje de noche ceñido y blanco una Mónica más voluptuosa, con el sexappeal que sus redondos y prominentes veintiún años le otorgaba; mi vida entera pasó en apenas un minuto por mi mente, la salude con el beso mas ladino que pude. No valió mi score de conquistas, ni el acumulado de devaneos manuales que atesoré en esos años, ni el amor que decía profesar por la chica de turno y haciendo gala de mi entrenada cortesía me excusé: “tengo chichí, ya vengo”.
De camino al baño hice un recorrido mental, y justo cuando estuve frente al excusado, encerrado y solo conmigo mismo, la memoria se detuvo, como videotape de Betamax, en una escena: Mónica haciendo gimnasia en el patio del colegio…y lo disfrute mientras pude.

1 comentario:

DITA NICOLE ATENEA dijo...

ME ENCANTO, ASI MUCHAS MUJERES NO LO ADMITAN... EL YO CON YO ES SENSACIONAL!!!