Mientras se viaja se juega con la fantasía; se lanzan los dados que marcarán las probables facetas que el tiempo en el lugar de destino ha de configurar.
El viaje lo permite todo hasta la emoción de creer que será perfecto.
Cuántas veces no me sentí como el niño que se pegaba a la ventana de un bus a ver como el mundo le pasaba ante los ojos a mayor velocidad de lo que sus pensamientos se lo permitían: una imagen tras la otra alimentando su cabeza, el hogar de su fantasía.
Yo era ese niño.
Ahora veo que el viaje que se emprende, y el destino al que se quiere llegar en mucho se parece a la vida:
Entre más y más lo recorro aun mayor es el placer que me significa vivirlo y menor la necesidad de tocar el destino que a todos nos espera.
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